jueves, 19 de agosto de 2010

cuento tres (otra oportunidad)



Hoy te escribí una carta en decadencia en servilletas de papel pidiéndote que vuelvas y juro que trate de describir el sentimiento de impotencia que me acecha. Fueron doscientas treinta y seis palabras en veinticuatro papelitos que el viento desparramo por la vereda. Algunas valientes llegaron a la esquina, otras quizás mas ingeniosa, se aferraron a la suelta de transeúntes y por un segundo tuve la ilusión que alguna termine al lado tuyo. Tu curiosidad siempre fue fuerte, y de seguro reconocerías mi letra forjada con horas de caligrafía en la secundaria.


Me puse a pensar que opinarías, y se me vinieron a la mente muchas ideas. Que era tierno, que era pesado, infantil, romántico, que era persistente, o inmaduro, o ingenioso, o cobarde. Pero en realidad era simplemente yo, que te extrañaba y trataba de hacerme a la idea de que no volverías.



Y en este contar de los días que pasaba lejos tuyo le hacia frente a la batalla de pensar que no había sido lo suficientemente bueno para vos, mientras que los amigos se esforzaban por resaltarme tus defectos, que en ese momento extrañaba mas que a tus virtudes.

Y era inevitable imaginarte abrasada a un morocho alto de ojos verdes y marcado, o a un hombre de billetera ancha, paseando en su Mercedes Benz. Sonriendo y sin siquiera penar en donde estaría yo.



Me atormentan los silencios, el recuerdo de la excusa, el “no sos vos, soy yo” tus ojos con casi lágrima y mis lágrimas sin palabras. Mi vuelta a casa en solitario, buscarte en el fondo de la primer botella y no encontrarte después de la tercera, y ya borracho vomitarte insultos y porqués que no me salieron mientras te alejabas. Y sentir la cama mas ancha, las ganas derrotadas, y el corazón desacompasado.



Sale el sol y para que levantarme si no puedo abrazarte. A fuerza de timbrazos los amigos consiguen separarme de las sabanas y otra vez a pelear la mañana, y en la calle son todas parejitas felices, y la radio se burla y me regala un copilado de canciones tristes.



Me agarra la locura y miro el teléfono, ¿la llamo o no?, ¿la llamo? Y marco tu numero, suena una vez y cuelgo, ¿y si pusiste identificador? y paseo siete veces por la puerta de tu casa y dudo, ¿le toco el timbre? Lo miro, brilla de dorado, el portero era bueno, estaba contento de verte conmigo, y… ¿y si estas con el portero? Viejo de mierda!, ahora tiro el papelito del caramelo en la entrada, toma, jodete! Y vuelvo a mirar el timbre, ¿y que le digo? ¿Improviso? Y lo toco, me asusto y me voy corriendo, y las viejas de al lado me miran con negativa. Deben pensar.- Que infantil!, Pero no!, yo te quiero!, el problema es que no te das cuenta de que puedo hacerte feliz.

Me asomo desde la esquina, las viejas le avisaron al portero y ahora me señalan!, me escondo, vuelvo a casa y me cambio de ropa, me pongo un polar con capucha para que no me reconozca. Vuelvo, precavido me pongo en la vereda de enfrente, el sol me da de lleno, es verano, que boludo!, empiezo a transpirar, y el portero que me mira de reojo, ¿me habrá reconocido?, de vuelta a esconderse. Pero basta!, la calle es libre y que carajo me importan las viejas y el portero, bueno, el si, porque si esta con ella le corto los huevos. Me envalento, y camino derecho a la entrada. La puta, sale el portero! . Apunto al negocio mas cercano, el kiosco de las viejas, Hoy no pego una!, déme… y buscaba algo, cualquier cosa para salir del paso… déme preservativos!, así de paso la incomodo a la vieja. Pero la vieja no afloja, me mira y con cara de seductora me pregunta, ¿texturados o comunes? Y con la facilidad que tengo yo para ponerme colorado, le digo, ya de mala gana, déme cualquiera! Y cuando termino de decirlo veo en el reflejo de la vitrina que estas detrás mío, hablando con el portero, se ríen, seguro hablan de mí. ¿Por qué no se ríen de mí enfrente mío? Pienso. Y te acercas, y la vieja también, y llegan a mi lado al mismo tiempo, la capucha me llega a la nariz, y la vieja se da cuenta, se ríe, y me dice – Aquí tiene sus preservativos joven, que los disfrute- Y yo por dentro pienso, - Vieja asquerosa, ¿Cómo voy a disfrutar un preservativo? ¿Lo mastico como chicle?. Me miras, esperando que te diga algo, y me sale solo un hola. Te miro, estas rara, como nerviosa. Siempre directa me preguntas ¿estas con alguien? Mientras señalas los preservativos. –No, son para un amigo (que excusa boluda.- pienso).

Y tomas la iniciativa, ¿tomamos un café? Me decís, y no lo dudo.



Ya mas tranquilo y sin el polar me explicas que necesitaste una semana para darte cuenta de que me extrañabas, y que si por favor te daba una segunda oportunidad. Lo pensé durante medio segundo, después te abrase. Pasamos el fin de semana encerrados en mi departamento.



Ya paso un mes de aquel encuentro, y hoy me dijiste que tenías 3 semanas de atraso. Y si, pensé, la vieja me pincho los forros. Que vieja puta!