sábado, 14 de junio de 2014






Esta es nuestra historia

Fue un amor brutal
Un temporal que dejaba las banderas arrancadas,
Los arboles caídos sobre los coches,
Las líneas sin servicio.
A veces fue hermoso como es hermoso mirar un huracán,
Y fue un huracán por eso,
Pero sobre todo,
Por sus consecuencias.
La población de aquel país
Tardo varios años en volver a la normalidad.
Lo curioso es que en ese país yo era el único habitante.
Ella era el viento, los pulmones brutales de la duda,
De mi invierno.

Omitiré los detalles escabrosos.
Fue un amor con los pies torcidos,
Un amor con las piernas de barro
Que solo supo avanzar hacia la nada.
Si fue así fue por las dudas,
Dudas de los dos,
Dudas cayendo como campanas gigantes desde la torre,
Dudas y saliva,
La mezcla más brutal y mortífera que recuerdo.

Nos elevábamos hasta la punta de la Torre Eiffel y nos soltábamos.
Lo intentamos de todos los modos posibles:
Apretando,
Clavándonos,
Desclavándonos,
Huyendo.

Dos ilusiones medio rotas en un piso abandonado,
Dos ilusiones arrojándose al vacío,
La dictadura de los mensajes a deshora,
Dos corazones bizcos que huían de las preguntas
Porque no tenían ninguna respuesta convincente que ofrecer.

Nada funciono. Todo dio igual.
Siempre la eche de menos
Porque nunca logre tener en mi corazón
Lo que tuve con ella en mi cabeza.
Sé que yo me lo busque.
Lo supe desde la línea de salida
Que aquella era una mujer sin línea de llegada.

No la culpo.
Ella tenía miedo,
Un cuarto lleno de fantasmas
Y salía de una historia donde yo
Comencé siendo el tercero en discordia.
Nunca logro perdonarse haberse enamorado de mi.

Yo también salte sin paracaídas desde el borde de otra historia
Que se rompió igualmente por esa urgencia mía por sentir.
También se clavaba la culpa en mi nuca después de cada beso,
El miedo me preparaba igualmente para la cena.

Ella fue la primera mujer de la que no pude huir.
El motivo,  sencillo:
Se adelanto,
Y me brindo lo que buscaba,
Amor en carne viva,
Pasión a dentelladas.

Supongo que por eso también la perseguí demasiado,
Que corría tras ella para preguntarle todo
Porque lo cierto es que no entendía nada.

Me empeñe en no ver que solo había pájaros rotos sobre la cama,
Que aunque en nuestra piel crecieran paraísos
Tal vez no era la forma,
El modo,
La manera.

Aun así, quisimos no intentarlo cada vez que lo intentábamos.

Ojala hubiera sabido apartarme a tiempo,
No pedirle que alargara la felicidad descomunal que a veces me traía.

Forcé la cerradura de aquella historia demasiadas veces
Porque la respuesta que obtenía no era la respuesta que esperaba.
Ese fue mi error, y también
No darle tiempo para que soltara su maleta,
Obstinarme hasta el extremo lo imposible,
Dejarlo todo en sus manos,
Jugar aquel partido contra mi destino.

Es irónico
El amor ese deporte en que sin saber andar nos echamos a correr.
Y vaya si corrimos…

Su error fue prometer castillos que no podía construir,
Hacerlo una y otra vez sin valorar que me rompía.
A menudo las promesas incumplidas
Te dejan en herencia un dolor mayor que cualquier golpe de gracia.
A los ojos de quien siente suponen siempre un fraude mayor,
Una traición al dios de la ternura.
Y también no ser capaz de soltar aquel miedo que la devoraba,
Pero ¿Quién tiene la culpa de eso cuanto tiene veintipocos?

No hubiera sido tan devastador si hubiéramos omitido las promesas.
Ni tampoco habría sido tan devastador
Si yo hubiera apagado mis ansias brutales de victoria,
Mi empeño hacia el abismo.

Fue una época hermosa y terrible,
Algunos de los mejores momentos de mi vida,
El placer brutal de cuando no hay nada seguro,
Y fue también la repetición calcada del primer invierno.

Me costaba vivir, caminar y sonreír sin besarla
Y me constaba vivir, caminar y sonreír cuando lo hacía.
Fue la historia eterna de un empate entre la felicidad y la tristeza
Con una derrota definitiva que hoy parece una victoria para ambos
-porque hemos sabido encontrar otro lugar donde quedarnos-
Pero que durante años me trajo una sensación de la derrota inasumible.

El motor se gripaba, arrancaba y se calaba.
Éramos solo dos inexpertos conductores cagados de miedo y de deseo
Conduciendo en dirección prohibida hacia la nada, hacia el mundo.
Tejimos una historia de amor con tantos nudos que no supimos
Volver a convertir el amor en madeja para usarlo de otra manera.
Nos queríamos tanto pero con tanto miedo
Que no supimos que hacer con ello.

Ruptura y vuelta,
Disco rayado,
La historia de nunca empezar.

Nos anudábamos y nos desanudábamos como seres sin extremidades,
Eran despedidas postizas – siempre tenían camino de regreso-
Pero dolían como duelen las cosas que duelen de verdad.

Llegados a un punto, con el amor derrumbado entre las manos,
Hubo que partir hacia tierras lejanas,
Olvidar los bares que llevaban su nombre,
Caminar en vías paralelas sin casi vernos.

Rotos, igual que dos papeles en un tornado,
Aquel invierno duro ocho meses.
El desamor nos golpeo tan fuerte
Que la vida comenzó a parecerme un cofre sin monedas,
Igual que un premio que es declarado desierto.

Volvió todo.
La tristeza brutal,
La chica 360 grados.
Y de nuevo el embudo y yo cayendo,
Y de nuevo mi hermano
Y de nada me servía.
La imagen de mi vida era una caja rota en la acera
Con mil cartas esparcidas por el suelo,
Miles de sueños sin repitente pisándome la herida.

Llegaron las noches de insomnio
Como un familiar oscuro que no invitas
Y que aparece para quedarse a dormir
Cuando menos te lo esperas.
El mundo era un drama a cámara lenta
Y yo un niño viejo jugando  a perder el balón.

Nada encajaba,
Era como si el mundo quisiera decir
Federico García Alberti,
O Gustavo Adolfo Machado,
Una broma de mal gusto.

Sabía donde estaba,
Estaba en mi casa, estaba en mi habitación
Pero totalmente perdido.
Supe así que despedirse te arranca todas las coordenadas.

Los días eran muros redondos,
Intente escapar de allí de todos los modos
Pero el dolor era el único que cobraba por adelantado
Y me di cuenta de una cosa:
No es posible huir de lo que llevas dentro.

De nada sirvió separarse porque no se arreglo nada,
No se cerró nada,
No se acabo nada.

Y en esa angustia no quedo más remedio que recaer,
Regresar al epicentro del dolor en busca de respuestas.
El viaje de vuelta mantuvo los miedos
Pero al menos ofreció un jamás al que aferrarse.
Jamás provocado por nuestra incapacidad  de sacarnos
El fantasma de las tripas.

Lo sabíamos y lo confirmamos:
El problema está en la ambigüedad.
Lo que mata a los amantes es el amor a medias,
La T y la Z que delimitan un tal vez,
Los fracasos disfrazados de victorias.

Lo que mata a los amantes es el baile,
Que a cada paso al frente
Le acompañen veinte de espalda.
Ese era nuestro rito.

Yo le decía Truman Capote,
Siempre hay paz en la certeza,
Aunque la certeza sea un pañuelo de despedida,
Aunque duela, nunca lo hará tanto
Como la herida a medias de un tal vez,
Porque es una herida sin respuesta,
Y las heridas sin respuesta nunca se cierran.

Gelman una vez escribió aquella maravilla de
Era una mujer que se parecía a la palabra nunca,
Pero esta historia era diferente,
Ella siempre se pareció a la palabra quizás.
Ojala hubiera sido mi nunca,
Que mi corazón se hubiera llevado un buen portazo en la cara
De modo definitivo. No fue así.
Siempre quisimos con las puertas entreabiertas.

Supongo que yo también  fui su quizás,
Su vacio, las cosas que no pude responder.

Ella me hizo muchísimo daño
Y me escude en ello durante mucho tiempo
Pero sería injusto pensar que yo lo hice todo bien
O que nunca lleve dragones a su pecho,
Que por mucho que queramos
Nadie es del todo inocente en una guerra.

Fui yo quien tuvo que entender entonces
Que a veces hay tanto miedo, tanta duda,
Tanto pasado, tanta herida,
Que es imposible rebobinar y limpiarlo todo.
Que a veces, llegados un punto,
Todo es mochila, todo es navaja,
Todo es traducido al idioma rencor
Y yo fui incapaz de perdonarle los muros.
Ella sí, y fue una gran lección.

Supongo que se podría resumir en tres frases:

Nunca pudo ser.
Si tenias la seguridad te faltaba la ocasión.
Si tenias la ocasión te faltaba la seguridad.

Así que no hubo otra puerta que fabricar la despedida.

Aquel adiós instalo en mi nuca su amargura,
Pero aquella certeza detuvo la masacre
Y pasado un tiempo la vida dejo de parecer un presidio.

No la culpo, lo hice durante años
Pero ya no la culpo porque se
Que en su corazón – al igual que en el mío –
Había dos bandos luchando.
Ojala hubiera sabido decírselo antes,
Haber entendido que querer no es poder
Cuando el miedo te tiene en su mirilla,
Entender que me quiso y no supe agradecérselo,
Que solo fui capaz de traducir sus temores como falta de amor,
Haber visto que ella no podía darme lo que yo le pedía
Y que cuando pudo fui yo quien huyo porque ya estaba roto.

Así lo cuento hoy,
Pero tarde  años en comenzar a entenderlo,
En superar el hecho de que un amor destinado
A ser la fotocopia exacta de la primavera
Acabara siendo una expedición al círculo polar.

Cuando miro atrás a veces pienso que estaría bien
Que el amor se pudiera recoger en unos grandes almacenes
Pasando previamente por el probador.
Todo seria infinitamente más fácil,
Pero es posible
Que no trajera las mismas lecciones,
Que no hiciera posible el crecer.

Todo aquello dejo mi autoestima como un país bombardeado
Lleno de imágenes de familias enteras cargando bultos,
Huyendo de su casa.

Aparecieron demasiadas emociones después de aquel destrozo,
Emociones que están fuera de la jurisdicción de la ternura.

Acabada la tragedia me deje asesorar por el rencor,
Me fui a vivir a la comarca del resentimiento
Que es donde se van a vivir los amantes
Que no dan por bueno su pasado.
Tarde años en perdonarme aquel fracaso tan brutal,
Incapaz de digerir que aquellos jóvenes se amaran
Y no fueran capaces de lograrlo.

No pude haber hecho nada peor.
El rencor es un cáncer de seis letras
Que silenciosamente te deshace las entrañas,
El rencor es un lugar del que no es fácil salir.

Me acabe dando cuenta de que el odio
Es solo la puerta de emergencia
De quien no asume que su amor fue en balde,
Que la ira te envenena a dosis lenta
Y en lugar de mitigar el dolor lo amplifica,
Que odiar no arregla un corazón que ya está roto,
Que solo quien perdona quita toneladas de su espalda.

Que la solución era el perdón,
-corazón en la cabeza-
Y el perdón es una flor que uno se regala a si mismo
Cuando se la ofrece a un adversario
Y que considerar adversario a alguien que te amo y tenía miedo
Es un acto miserable
Y yo lo hice durante mucho tiempo.

Ese día deje de echar la culpa al universo
Y el frio bajo 20 grados.

Cuando todo acabo
Aprendí algo que me cambio para siempre,
Algo que nunca había hecho.
Me pregunte porque fui a buscar el amor en una historia así.
Creo que esa es la pregunta más importante
Que me he hecho en mi vida.

Así me di cuenta de que
Quien busca en determinados lugares
Determinadas cosas
Es porque tiene dentro determinadas cosas
En determinados lugares
Que lo conducen directo a ello
Y siempre suelen ser cosas
Que uno tiene que solucionar consigo mismo,
Maletas que carga desde niño.

Tarde un siglo en poder dar alguna respuesta,
El tiempo que tardo el estupor en bajarse del tren.

¿Qué aprendí de ello?

Aprendí que quien regresa al lugar del desastre
Cuando el corazón ya esta aplastado
Debe preguntarse por qué.

Aprendí que yo no quería compartir,
Yo quería sentir.
Y vaya si lo hice.

Aprendí que dos que se aman no tienen por qué estar juntos,
Que dos fuegos que se abrazan
Suman un fuego aun más grande
Y la pasión sin control – al igual que el fuego-
Solo deja cenizas a su paso,
Ninguna brasa donde soplar
Y recuerdos de los tiempos de calor
Cuando ya no hay más que leña quemada.

Aprendí que solo un imbécil lo intenta cien veces del mismo modo,
Y que cuando se hacen las cosas mal
El karma te paga al contado, sin demora,
Todo lo que has roto en el corazón de otra persona,
Te devuelve tu inversión y lo hace con heridas.

Supe también que al dejar de lamentarse
Uno aprende a mirar de otro modo,
A ver que el portazo era también puerta,
Que una buena caída también ayuda a medir distancias,
Que algunos golpes, por fuertes que sean,
Pueden serte útiles si aprendes a leer las cicatrices
Y yo tengo en el cuerpo una biblioteca entera.

Aprendí que la intensidad por la intensidad no asegura nada,
Que quien intenta la montaña más alta,
Quien solo se conforma con el Everest,
Posiblemente esté lleno de nada.
Que quien necesita alcanzar lo inaccesible para sentirse colmado
Está tratando de llenar un vacío del tamaño de la misma montaña
Y no hay corazón donde quepa una montaña
Ni espalda que la pueda soportar.
Que buscar lo imposible
Es solo una de las maneras de empeñarse
E n no querer ser feliz.

Aprendí que a veces hay cosas que nos hacen mal
Y que empezamos a desearlas realmente
Solo porque ya se han terminado.

Lo cierto es que yo también estuve equivocado
Y también pensé, al igual que tu pensaste en alguna ocasión,
Que tratar de volver atrás para abrazar fantasmas era buena idea,
Y comprendí que a veces se nos va la vida esperando
A que sobre nuestro tejado vuelva a caer la lluvia del ayer,
La mujer que un día amaste.

También pensé que solemos equivocarnos cuando dudamos
Entre dos puertas abiertas,
Que cegados por ambas opciones
Olvidamos que siempre hay una tercera puerta,
Una solución que tal vez sea el producto
De la suma o la resta de las otras dos.
Es por esto que aprendí
Que es tan importante atreverse a perdonar y volver a intentarlo
Como atreverse a rendirse,
Y rendirse –y ser capaz de aceptarlo-
Es esa tercera puerta que nunca supimos ver.
Supongo que este poema es esa tercera puerta.
La tercera puerta que me hizo falta toda mi vida.

También aprendí – y esto es lo más importante-
Que ella solo vino a enseñarme,
Que todos los dolores que me trajo,
Todas las emociones que me brindo
Ya estaban allí desde hace siglos,
Que ella solo vino a despertarlas y a despertarme.

Que aquella mujer, aquella historia, solo encendió la mecha
De una carga preparada desde el pasado
Para saltar mi vida por los aires, para traer la reconstrucción.
En el fondo ella no lo sabe
Pero todo ese dolor solo estaba esperando
A que alguien lo encendiera para poder irse de una vez.
Que ese dolor estaba apagado desde niño
En algún rincón de mi cuerpo.
Que toda aquella ira que sentí hacia ella
Era rabia contra mí mismo por sentirme rechazado
Y que ese miedo al rechazo ya lo tenía yo desde niño
Pero para esto tuve que mirarme muy muy dentro.

Nunca pensé que fuera capaz de agradecer tantas heridas.
Al menos así lo siento ahora.
Sin ella yo no sería el mismo,
El hombre semiarmado que ha sucedido al hombre desarmado,
Al joven desarmado,
Al niño desarmado.
A ella le debo haberme arrancado de aquel sueño,
Meter mi corazón en un mundo más real.

Hoy, años después, vuelvo a escribir sobre ella
Porque el dolor nunca me dejo ver las playas que un día me ofreció
Y porque en mis poemas y canciones tal vez fui injusto con ella.
También un día nos mordió la boca la felicidad
Pero yo no supe agradecérselo lo suficiente.
Y también para que sepa que se que ahora vuela feliz sobre otro cuerpo
Y me provoca alegría saberlo.

Creo que esa es una de las cosas que se aprenden del invierno,
A ser agradecido con quien te amo, con quien amaste.

La sabiduría popular no suele equivocarse,
El tiempo lo fue curando todo,
Pero tampoco olvidó seguir brindándome paredes.
Anduve buscándome,  reuniéndome conmigo,
Invitándome a salir para pasear sobre las cenizas de mi pasado,
Sentándome a preguntarme sobre lo sucedido para aprender de ello.

Por todo esto hoy doy todo aquel dolor por bueno,
Porque aprender es el regalo que a uno le conceden las heridas
Y creo que así fue, que nosotros no solo nos encontramos para amarnos.
También fue para ayudarnos a curarnos los fantasmas
Aunque no supiéramos como hacerlo estando cerca.
Por suerte hoy nos queda esta conclusión
Y es una conclusión llena de belleza,
Porque habla de una guerra que acaba con dos victorias,
En cero bajas.