miércoles, 30 de noviembre de 2011

El cuento del dia

Cuenta una historia de la India, que un maestro paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar. Durante la caminata

le comentó al aprendiz sobre la importancia de las visitas, también de conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que tenemos de estas experiencias.

Llegando al lugar constató la pobreza del sitio, los habitantes, una pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas sucias y rasgadas, sin calzado.

Entonces se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia y le preguntó: En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿Cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí? el señor calmadamente respondió:

-amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, manteca, y otros productos para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo.

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue. En el medio del camino, volteó hacia su fiel discípulo y le ordenó: busque la vaquita, y tráigala. Vamos a llevárnosla.

El joven miró al maestro con estupor y le cuestionó el hecho, porque la vaquita era el único medio de subsistencia de esa familia. Más como percibió el silencio absoluto del maestro, cumplió presuroso la orden.

Durante años, el discípulo jamás supo el destino que el Maestro dio a la vaquita.

Un día, el joven resolvió dejar a su maestro y regresar a aquel lugar para contarle todo a la familia, pedir perdón y ayudarlos.

Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos, todo habitado, con un automóvil en el garaje de tremenda casa y algunos niños jugando en el jardín. El joven se sintió triste y desesperado, imaginando que aquella humilde familia tuviese que vender el terreno para sobrevivir, aceleró el paso y llegando allá, fue recibido por un señor muy simpático, el joven preguntó por la familia que vivía ahí hace unos años, el señor respondió que seguían viviendo ahí.

Consternado, el joven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hace algunos años con el maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor:

-¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar la vida? El señor entusiasmado le respondió:

-nosotros teníamos una vaquita, pero un día, desapareció y nunca mas supimos de ella, de ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos. Así, alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora…

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El ser humano tiende a ser perezoso. Mantiene su confusión en el mundo y queda atrapado por lo que sus sentidos, le hacen creer que es real. En algunos casos intuye que hay algo más, o mucho más, que lo que ha conocido hasta ahora, pero así y todo le cuesta tomar la decisión de perder aquello que cree que posee y que en realidad lo posee a el mismo, y poder ganar su libertad.

En esta evolución, solo se trata de elegir despertar, o de seguir dormido. Una vez que la rutina se hace carne y nos aprisiona, son muy pocos los heroicos que quieren sacudir esa chatura, esa inercia y despertar a una realidad mucho mas trascendente; pero que al comienzo no es tan visible. Son pocos los héroes y muchos los mendigos. La gran mayoría de la humanidad, ya sabemos, usa una muy limitada capacidad de su cerebro para crear y recrear su historia, de allí que a veces aparecen los Maestros, encarnaciones concientes de su divinidad, que si bien se mueven por el planeta con un cuerpo, un nombre y una forma, jamás son atrapados por el juego de la personalidad mundana

¿Porque suceden las cosas?

Ya esa pregunta esta viciada de nulidad. Esta formulada en forma incompleta.

¿Para que suceden?

El porque es filosofía para la mente. Preguntas que se abren cada vez mas a mas respuestas. Interrogantes que no cesan, uno puede pasarse vidas preguntando porque, con suposiciones y más confusión. El para que en cambio, es la resolución, la aceptación de que la maestría llega a nuestras vidas con tantas bendiciones ocultas que podemos no comprender al principio, pero en poco tiempo terminan siendo revelaciones transparentes de cómo la energía divina nos envuelve, guía, protege y hace lo suyo en forma impecable.

viernes, 18 de noviembre de 2011

En el hospicio - Pastoral

Cuento - LA SERPIENTE Y LA LUCIERNAGA (Sobre la envidia)

Cuenta la leyenda, que una vez, una serpiente empezó a perseguir a una Luciérnaga; ésta huía rápido de la feroz depredadora, pero la serpiente no pensaba desistir.

Huyó un día y ella no desistía, dos días y nada.
Al tercer día, la Luciérnaga paró y fingiéndose exhausta, dijo a la serpiente:
- Espera, me rindo, pero antes de atraparme permíteme hacerte unas preguntas.
- No acostumbro dar éste precedente a nadie pero como te pienso devorar, puedes preguntarme.
- ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
- No.
- ¿Te hice algún mal?
- No.
- Entonces, ¿Porque quieres acabar conmigo?
- Porque no soporto verte brillar.

La luciérnaga se atrevió a recabar esa información, porque quería entender la situación que a todas luces le parecía sin sentido.

Una vez enterada del adormecimiento y la envidia de la serpiente, se limitó a sonreír y volar más alto y rápido aún, con lo que la serpiente se quedó con ganas de ese bocado tan luminoso que demostró estar fuera de su alcance.

En un guiño final de su luz, el bichito alado le gritó a la serpiente, muy encima de ella:

-“Es hora de que aprendas a brillar tu misma de un modo tan hermoso que aún nosotras las luciérnagas, observemos con admiración, tu gran resplandor”

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Hay muchas personas que no soportan ver brillar a otras, envidian su vida, sus logros, su familia y hasta su sonrisa!
Si alguna persona así nos tocase en la vida, nunca dejemos de brillar, nunca dejemos de seguir siendo nosotros mismos, de seguir haciendo y dando lo mejor de nosotros, hasta que esas personas comprendan que no pueden hacernos nada malo y que nuestra luz siempre seguirá intacta, y a lo mejor entonces, ellas comienzan a tratar de brillar por si mismas también.

martes, 15 de noviembre de 2011

relacion de pareja

Como todo en la vida, el secreto se trata en realidad de algo sumamente simple, haciendo honor a esa magistral frase de Einstein “las cosas deben ser lo más simples posible… pero no más”, dicho de otro modo, en la simpleza esta la grandeza, y definitivamente la grandeza de las Relaciones de Pareja (su armonía y bienestar) no es nada complejo, sino lo más elemental del mundo: ACCIÓN!!!

Las relaciones de pareja se van deteriorando en la medida que se deja de actuar. Si no, recuerde usted la enorme cantidad de acciones que se emprendían, y con qué pasión y entusiasmo, durante la época del noviazgo… y en realidad no se trata de “hacer cosas extraordinarias”, sino hacer de lo ordinario algo extra… es decir, darle un plus a cada evento del día a día, poniéndole un matiz de interés, eso es COMPROMISO. No deje que lo cotidiano gobierne y dirija el flujo de su relación, sea piloto y timón su amor de pareja. Como ve, se trata de ACCIÓN continua y consciente, direccionada hacia el Compromiso que han asumido. PRIMER COMPONENTE.

El SEGUNDO COMPONENTE es la fidelidad, pero en realidad esta no es si no una consecuencia de lo primero. Y efectivamente, en las relaciones de pareja verdaderamente Comprometidas, y ocupadas plenamente (Acción) en aquello que configura dicho compromiso, no cabe la infidelidad, pues esta no es algo que existe por sí misma, es más bien un vacío que se va formando cuando dejamos de alimentar las relaciones de pareja, es como la oscuridad, no existe la oscuridad sí misma, sólo hay ausencia de luz, así como no existe el frío, sólo ausencia de calor…. El Amor de Pareja es LUZ y CALOR, y en la Física, como en el Amor, Calor y Luz van muy de la mano, y ocurren cuando hay una energía que los propaga (de nuevo la acción, el roce… movimiento!), de modo que la pareja ideal es aquella que logra establecer un conjunto de acciones, simples y cotidianas, que despliegan un mínimo de energía, necesaria y suficiente, capaz de irradiar el Amor de Pareja… y aquí no hay cabida para la infidelidad!

Es cierto que hay muchos factores externos que también atentan permanentemente contra la Fidelidad, a diario y continuamente, y hay muchas tentaciones y oportunidades que literalmente “aparecen”, pero cuando el Compromiso y es sólido, y las Acciones que sostienen ese compromiso son permanentes y conscientes, se genera una especie de impermeabilización del Amor de Pareja, se cubren los vacíos donde pudiera florecer la infidelidad… sencillamente no hay espacio ni tiempo para la oscuridad ni el frío… sólo para el Calor y la Luz que nacen de la pareja ideal que se ha conformado.

Son innumerables las vicisitudes que puede enfrentar una pareja a lo largo de su desarrollo; cuando una pareja se encuentra en un receso o letargo, pasados los primeros meses, cuando la euforia tiende a ser reemplazada por una sensación de llenura, ojo que no digo hostigamiento!

Verdaderamente una pareja sólida y madura es aquella que sabe enfrentar cualquier debilidad con una respuesta rotunda y segura, la fidelidad es ante todo el respeto pleno que indica que existe un compromiso que nos colma y que se renueva cada día.

Las parejas sólidas no se logran de un día para el otro, mas allá del interés que muestre el uno por el otro debe existir un compromiso permanente diario de establecer renovados lazos de genuina entrega: la fidelidad es la única manera de expresar nuestra voluntad de establecer una relación… no es posible que se logre estabilidad sin comunicación y armonía.

La fidelidad no es un proceso fortuito, es mas bien una actitud que proviene de la voluntad y del grado de respeto que se manifiesta hacia el ser amado, la fidelidad sincera es la que parte del corazón, y que emanan aquellos que saben APRECIAR EL VALOR DE LAS COSAS MAS HERMOSAS DE LA VIDA.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Las virtudes humanas

Entre esos valores humanos, ocupan un puesto preponderante las virtudes humanas. La palabra virtud, del latín virtus, igual que su equivalente griego, areté, significa "cualidad excelente", "disposición habitual a obrar bien en sentido moral". Puesto que se trata de una disposición o capacidad adquirida, por el ejercicio y el aprendizaje, de hacer lo que es moralmente bueno, la virtud es una cualidad de la voluntad que supone un bien para uno mismo o para los demás. Y en esto se distingue una virtud de cualquier otra disposición habitual, como por ejemplo la salud, la fuerza física o la inteligencia: en que "en un hombre virtuoso la voluntad es la que es buena".

Las fuentes de la doctrina sobre la virtud son Platón, Aristóteles y Tomás de Aquino, fiel comentador en este punto de las teorías aristotélicas. La virtud es, en Platón, el dominio de la parte racional del alma sobre la parte apetitiva (tendencia a lograr un fin sensible) y sobre la parte irascible (tendencia a evitar un daño sensible). Aristóteles desarrolla este esquema y sistematiza la doctrina de la virtud en el Libro II de la Ética a Nicómaco. Otro busto de un filósofo El alma racional platónica es en Aristóteles la diánoia o razón discursiva en su función práctica (excluidas las funciones teóricas y productivas de la razón); el buen funcionamiento de esta razón supone la virtud dianoética de la prudencia, o phrónesis, la racionalidad práctica, y a ella incumbe el saber llevar una vida moralmente virtuosa.

La vida es moralmente virtuosa si se tiene el hábito de la virtud, "por el cual el hombre se hace bueno y por el cual ejecuta bien su función propia"; la práctica habitual de las virtudes éticas, que consisten en un justo medio entre dos excesos, hace al hombre moral y lo dispone a la felicidad. Por esto la ética no es sino el cumplimiento del fin del hombre. En esta misma línea, Tomás de Aquino distingue entre apetito natural, el de la comida, por ejemplo, sensitivo e impulsado por la imaginación o la sensación, y el racional, que es la determinación de la voluntad. El concepto aristotélico de virtud, fundamento de la ética, pasa con el Aquinate al mundo cristiano. A las virtudes morales de Aristóteles y a las principales o cardinales -así llamadas por San Ambrosio- que Platón menciona como fundamentales en La República, a saber: sophía, prudencia; andreia, fortaleza; sophrosine, templanza; y dikaiosyne, justicia, añade las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que tienen por objeto a Dios.
Los hábitos

Tanto el bien como el mal obrar forman costumbres e inclinaciones en el espíritu; es decir, hábitos de obrar. A los buenos se les llama "virtudes"; y a los malos, "vicios". Un hábito bueno del espíritu es, por ejemplo, saber decidir sin precipitación y considerando bien las circunstancias. Un vicio, en cambio, en el mismo campo, es el atolondramiento, que lleva a decidir sin pensar y a modificar muchas veces y sin motivo las decisiones tomadas. Algo tan importante como lo que llamamos "fuerza de voluntad" no es otra cosa que un conjunto de hábitos buenos conseguidos después de haber repetido muchos actos en la misma dirección.Ésta es la regla de oro de la educación del espíritu: la repetición. Hay un pequeño caso que afecta a una parte importante de la humanidad y que nos ofrece un buen ejemplo: la hora de levantarse de la cama. Casi todos los hombres tenemos la experiencia de lo que supone en ese momento dejarse llevar por la pereza, y los que son más jóvenes la tienen de una manera más viva. Si, al sonar el despertador, uno se levanta, va creando la costumbre de levantarse, y, salvo que suceda algo como un cansancio anormal, resulta cada vez más fácil hacerlo. En cambio, si un día se espera unos minutos antes de dejar la cama, al día siguiente costará más esfuerzo; y si se cede, todavía más al día siguiente. Así hasta llegar a no oír el despertador.
Virtudes humanas fundamentales

Hombres mirando al cielo Las virtudes humanas fundamentales son, desde Aristóteles, las siguientes: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. "El hombre cauto medita sus pasos" (Prov 14,15). La prudencia es la "regla recta de la acción", escribe S. Tomás (S.Th. 2-2, 47,2), siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la simulación. Es llamada la "auriga virtutum": Conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.

La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a cada uno lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada "la virtud de la religión". Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las debilidades y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar para seguir la pasión de su corazón.

Los hábitos buenos -las virtudes- consiguen que se vaya estableciendo el predominio de la inteligencia en la vida del espíritu. Los vicios dispersan las fuerzas del hombre, mientras que las virtudes las concentran y las ponen al servicio del espíritu. La persona que es perezosa, que tiene el vicio de la pereza, puede fijarse, quizá, propósitos estupendos, pero es incapaz de cumplirlos: su espíritu resulta derrotado por la pereza, por la resistencia del cuerpo a moverse. Todo estudiante experimenta íntimamente esta lucha entre lo que se propone estudiar y lo que después realmente estudia. Sorprendentemente, no basta con proponerse una cosa para ser capaz de vivirla: ¡qué difícil es dejar de fumar o guardar un régimen de adelgazamiento! No basta una primera decisión.
Dominio de si
Las virtudes humanas fundamentales son, desde Aristóteles, las siguientes: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

Sólo con esfuerzo -repitiendo muchas veces actos que cuestan un poco- se consigue el dominio necesario sobre uno mismo. La persona que tiene virtudes es capaz, por ejemplo, de no comer algo que no le conviene, aunque le apetezca mucho, o de trabajar cuando está cansado, o de no enfadarse por una minucia; logra que, en su actuación, predomine la racionalidad: es capaz de guiarse -al menos hasta cierto punto- por lo que ve que debe hacer. Quien no tiene virtudes, en cambio, es incapaz -también hasta cierto punto- de hacer lo que quiere. Decide, pero no cumple: no consigue llevar a cabo lo que se propone: no llega a trabajar lo previsto o a ejecutar lo decidido.

Así resulta que la persona que tiene virtudes es mucho más libre que la que no las tiene. Es capaz de hacer lo que quiere -lo que decide-, mientras que la otra es incapaz. Quien no tiene virtudes no decide por sí mismo, sino que algo decide por él: quizá hace "lo que le viene en gana". Pero "la gana" no es lo mismo que la libertad. La gana es una veleta que necesariamente se orienta hacia donde sopla el viento. El perezoso puede tener la impresión de que no realiza su trabajo porque "no le apetece" o "no le da la gana" y hacer de esto un gesto de libertad, pero en realidad es una esclavitud. Si no trabaja en ese momento, no es por ejercitar su libertad, sino precisamente porque "no es capaz" de trabajar. Y la prueba de esto es que "las ganas" se orientan con una sorprendente constancia siempre en el mismo sentido. A la persona que se ha acostumbrado a comer demasiado, "sus ganas" le inclinan una y otra vez, un día tras otro, a comer más de lo debido, pero raramente a guardar un día de ayuno. Y al que es perezoso, le llevan a abandonar un día tras otro su trabajo, pero raramente a realizar un sacrificio extraordinario.

Las virtudes van extendiendo el orden de la razón y el dominio de la voluntad a todo el ámbito del obrar. Concentran las fuerzas del hombre, que se hace capaz de orientar su actividad en las direcciones que él mismo se propone. La misma palabra "virtud" que es latina, está relacionada con la palabra "hombre" (vir) y con la palabra "fuerza" (vis). La gran fuerza de un hombre son sus virtudes, aunque quizá su constitución física sea débil. Sólo quien tiene virtudes puede guiar su vida de acuerdo con sus principios, sin estar cediendo, a cada instante, ante la más pequeña dificultad o ante las solicitaciones contrarias. En cambio, los pequeños vicios de la conducta debilitan el carácter y hacen a un hombre incapaz de vivir de acuerdo con sus ideales. Son pequeñas esclavitudes que acaban produciendo una personalidad mediocre. Y es que, como decía Aristóteles, "nuestro carácter es resultado de nuestra conducta."