jueves, 19 de agosto de 2010

cuento dos (todo va a estar bien)







Que feliz era al escabullirme por debajo de tu falda con mis ojos, o así como sin querer, colgarme de tu escote, en el que habitaban dos pequeñas prominencias, que siempre te atormentaban por su falta de altura.


No me importaba, como al resto, tu nueve en miopía, ni tu doce en timidez.

Ibas a la escuela abrazando tus cuadernos con tus dos manecitas, y eso te había valido el mote de traga, aunque fueras de promedio medio en tus exámenes.

Cuando te hablaba bajabas la mirada, aunque te preguntara como estabas.

Yo no era el más lindo de la clase, es cierto, pero no era feo, al menos eso me decía mi mama. Mi asiento estaba justo detrás del tuyo, y siempre me tildaba tratando de sentir el perfume de tu pelo.

Me gustaba verte haciendo deportes, eras tan de madera como yo, y viéndote me sentía menos solo.

Yo practicaba en casa, hablándole a mi conejo de peluche, el actuaba de vos y yo de yo, y le preguntaba si querías ser mi novia, y te daba un beso largo en la boca, como lo hacían mis papas, pero este beso siempre me dejaba pelusa de conejo en lo labios.

Un día mi hermano mayor me descubrió interpretando esa actuación, y fui el centro de las burlas de la cena. Estaba tan enojado que fui y a escondidas le corte todas las cuerdas de la guitarra. Estuve castigado una semana.

Pero aunque practicara toda la tarde, te veía y no conseguía que las palabras “querés” y “novia” salieran de mí hacia tus oídos.

No fue sino hasta después de la actuación de fin de año en la que te luciste bailando disfrazada de una flor que se parecía a una margarita, que finalmente me atreví, no a decírtelo directamente, sino a mandarte una carta, con corazones dibujados en azul, en la que te decía que me gustabas.

Estaba tan asustado que ahora era yo el que no se animaba a mirarte a los ojos.

Siempre pensé que eras demasiado para mi, que era difícil que te gustara, y que se yo…

A la mañana siguiente encontré en mi mochila un sobre rosado con mi nombre… y casi me desmayo! Lo abrí con mucho cuidado para evitar que se rompiera. Tenía corazones dibujados en rosa, y dentro un papelito que decía “quiero ser tu novia”. El corazón me latía muy fuerte. Luego de eso, inventábamos excusas para vernos, vos me ayudabas en matemáticas y yo en literatura. Y nuestro amor era agarrarnos de la mano a escondidas, era mirarnos, era escribirnos “cartitas” y dejarlas para que el otro las encontrara.

Pasaron los años, los dos crecimos, y creció nuestro cariño. En la secundaria me surgieron las primeras inseguridades, vos cada día estabas mas linda, y se que a mis amigos le gustabas. Pero vos me mirabas y me daba cuenta que eso no importaba, que estabas ahí, y que estaba ahí, y te quería con el alma y me querías mas allá de mis miedos.

A mis catorce años, cinco meses y doce días, llego el primer beso, casi sin querer, nos dimos el buen día en la puerta de la escuela, y las comisuras de nuestros labios se tocaron, nos miramos y sonriendo hicimos como si nada. Luego de eso, fuimos milímetro a milímetro ganando los labios, la noche se hacia interminable esperando que llegue la mañana y el saludo con vos. Y el ahora si, ahora le doy un beso de lleno en la boca, y a cada metro que me acercaba a vos, las piernas comenzaban a temblarme, y terminábamos en el medio beso que no terminaba de salir. Y así pasaban los días, con los bolsillos llenos de inocencia, en busca de crecer, de querer. Y juntando el coraje para el interminable beso que no me animaba a darte.



Un sábado desperté y mi mama estaba llorando, yo no lograba comprender el porque. Vi gente en mi casa, autos estacionados afuera, y cuando busque a papá no lo encontré, le pregunte a mi hermano adonde estaba y el, que también lloraba me abrazo y me dijo que todo iba a estar bien. Yo deducía por todo lo que veía que no estaba todo bien. Golpearon la puerta del cuarto donde estaba con mi mama, mi hermano y una vecina amiga de mi mama, y entro un hombre vestido de blanco, que con dolor en la mirada dijo, lo siento, no pudimos hacer nada. Y recién ahí caí, ahí me di cuenta, yo había escuchado esa frase en la tele, y era cuando alguien esta muerto, y estaba mi hermano, mi mama, y la vecina, pero faltaba alguien, faltaba mi papa. Lo fui a buscar, pensando que quizás lo iba a poder despertar, el estaba acostado en su cama, como todas las mañanas, pero al llamarlo no contesto, ni siquiera respondió al beso que le di, estaba frío, recuerdo que estaba muy frío y pálido, yo le hablaba y el no respondía, y a cada pregunta que le hacia mi mama lloraba mas, así que permanecí en silencio, acostado al lado de el, tomándole la mano.



Ese fin de semana no nos vimos, mi mama quiso que me quede con ella, y lo comprendí, aunque tenia la seguridad de que en cualquier momento papa iba a despertarse.

El lunes al llegar al colegio ya todos sabían lo que me había pasado, y me miraban raro, me sentía un poco incomodo. Después te vi a vos, y me abrasaste, y también lloraste. Ahí entendí lo importante que era lo que me había pasado, ahí comprendí que el no iba a volver, y me asuste, y te abrace mas fuerte, y también llore, llore mucho mientras vos me abrasabas y me decías, tranquilo, todo va a estar bien, yo no voy a dejarte.



Lo siguientes días fueron raros, yo trataba de hacer muchas cosas, supongo que no quería afrontar la perdida que había tenido, y vos siempre atenta, siempre presente, me acompañabas en mis largos ratos de silencio, haciéndome mimos en el pelo.

Para esa época, ya habíamos pasado de largo al beso, y habíamos llegado bastante mas lejos. Casi hasta ser uno entre los dos.



Llego el fin de la secundaria, el comienzo de la universidad, y escogimos la misma facultad pero diferentes carreras, vos estudiaste psicología, yo me dedique a las letras. Y pasamos los años y los finales juntos, ayudándote en tus debilidades, y vos impulsándome a mejorar mis flaquezas. Me acompañabas en la visita al cementerio que hacia una o dos veces al año, y ambos de la mano le regalábamos alguna lágrima. Fue un luto largo, lo se, pero estuviste ahí, y me mantuviste en pie.



Luego de algunos años te vestiste de blanco y con un anillo como símbolo nos prometimos amor eterno, y brillabas tanto, y te quería tanto. Y lo días pasaron y la familia se agrando, y vino nuestra hija, y los días se acortaron, y entre corridas del trabajo y los besos que lograba robarte entre el desayuno y la bebe era feliz.



Y las navidades disfrazado de santa, y la familia, y las nueva tradiciones, y la abuela en la cabecera, y los regalos desparramados y la carita de la nena al descubrir que debajo del papel estaba esa muñeca que tanto quería, y santa abrazando a mama, y la nena que miraba enojada y le decía que le iba a contar a papá. Y santa que corría a cambiarse y volvía para retar a mama por el desliz, Y vos y yo riendo, y la felicidad que volaba en el aire, y la nena dormida, y la copa de mas, las historias de la infancia, la abuela que se va y la cocina enchastrada, y hacerte el amor con el alma.



Una mañana te despertaste con dolor de cabeza, a la noche se le sumo una pizca de fiebre, Y te enfermaste, y día a día empeoraba, y te internaron, la nena se quedo con la abuela, yo dormía en el sillón al lado de tu cama, y te hablaba aunque vos no respondías, estabas mas flaca, casi pálida, pero yo no te soltaba la mano, sabia que ibas a despertar, aunque los médicos no supieran que tenias. Pasaron las semanas, y la nena venia casi todos los días a visitarte y te contaba que en el colegio había un chico que le gustaba, y te daba un beso, y te dejaba un dibujito para que te mejoraras. Y era media hora interminable para contener mis lágrimas.

Y tuve la pelea mas grande de mi vida, con los médicos, con los curas, y con Dios.

Te fuiste una mañana de junio, sin despedirte, mientras te sostenía la mano. Te abrasé durante las siguientes horas, empapando las sabanas que te cubrían. La abuela llego con la nena y desde la ventana de la habitación se dio cuenta lo que sucedía. Abrió lentamente la puerta y la nena se asomo, no tuve tiempo de secarme las lagrimas. Con la voz entrecortada y los ojitos brillosos se me acerco y me pregunto que pasaba. La abrase y no pude mas que decirle que todo iba a estar bien.