lunes, 14 de marzo de 2011

Por la senda del pensar ontologico

No sabemos cómo las cosas son. Solo sabemos cómo las observamos o como las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos.

Este principio lo llamamos el principio del observador. El nos advierte que debemos siempre separar nuestras interpretaciones de una supuesta realidad objetiva. Esa es simplemente una ilusión. Una ilusión que por lo demás puede hacernos mucho daño, pues la vida se encargara de proporcionarnos múltiples experiencias en las que nos confrontaremos con la inmensa brecha que existía entre nuestras interpretaciones y aquello que termina sucediendo.

Saber distinguir nuestras interpretaciones de la realidad implica aprender a vivir de una manera diferente. Implica en no confiarse en que somos portadores de la verdad. El suponer que accedemos a la verdad nos ciega, nos expone, nos hace caminar por la vida falsamente confiados. Nos expone a decepciones y sufrimientos que quizás podríamos haber evitado. Lo que pensamos, lo que creemos saber, solo podemos tratarlo como conjeturas, como posibilidades, y debemos estar siempre abiertos a modificar, a corregir, a mejorar nuestras interpretaciones. Ello implica fundar nuestra existencia en la humildad frente a lo que creemos saber y en la apertura al asombro que en todo momento puede depararnos la vida.