sábado, 15 de septiembre de 2012

En un tachito - Jorge Navone


Hace años que tengo la sensación de que me quieren meter en un tachito. No sé bien por qué, calculo que porque suelto molesto demasiado; pero me quieren meter en un tachito. Me apretan la cabeza desde arriba, ¿viste?, como empujando para que entre, como sí o sí.

Y yo de a ratos parece como que entro, que al final, después de todo, el tachito no debe ser tan malo, si todos tienen uno. Y entonces, repliego mis brazosueños contra mi pecho, como para que molesten menos con su sombra, para que no se extiendan simulando ser alas que nunca serán, por más que me lleven lejos. Y junto mis piernascamino para que ya no caminen, para que no sigan buscando, para que ellas también se conformen. Si encima se van a cansar menos, sin lastimarse, sin intentar. Y agacho mi cabezauniverso para que deje de pensar un rato, de dar vueltas, de intentar construir un mundo distinto, ya ni sé si mejor o peor. No podría ser mejor un mundo en el que la diferencia fuera lo más común, para esta gente. Les daría más miedo, no podrían vivir. Sería fatal.

Y entonces, cuando estoy por apagar mis ojosesperanza, cuando entregándome comienzo a quitarles su luz de aurora, su todo mañana, algo pasa allá en el horizonte, allá lejos, que encandila. Y me quedo así quietito, un rato más, intentando no sentir nada, no ver nada, no querer nada. Meterme de una vez en la latita que me tienen reservada, con etiqueta y todo, con nombre y lugar.

Pero no me sale, ¡creanmé que lo intento!, pero no puedo. Y cuando ellos creen que me aflojo, cuando dejan de empujarme creyendo ya que voy solo, que senté cabeza, crecí, maduré, soy uno más y ahora sí es posible conmigo, mi culorrebelde salta del tacho para empujarme hasta un nuevo cielo, para encontrar un imposible, para no conformarme una vez más.

Mientras agito mis brazos grandilocuentes, y doy saltitos como pájaro pesado que al fin remonta, les grito desencajado ¡La aurora es nuestra imbéciles! ¡¡Nuestra!! ¡El mañana nos espera de piernas abiertas! ¡No todo se puede comprar imberbes espirituales! ¡Necios tontos, incrédulos! ¡Ni en cuotas! ¡NO TODO TIENE PRECIO!

Y entonces, claro, ellos se enojan. Son de enojarse fácil. Y mientras grito y bocifero, se reagrupan, murmuran como ratas hediondas, miran con asco aquello que no entienden ni siquiera de lejos; ni siquiera como yo puedo entender su miedo, su mediocridad, su desprecio; ni siquiera sólo aceptando.

Y de a poco, vuelven a preparar sus brazos para empujarme una vez más a la latita que me espera, rotulada, chiquita y pareja. Que la base de la justicia es que todos tengamos la misma oportunidad, aunque sea así de pequeña, falsa y preparada.

Pero no puedo. Yo sé que para ustedes no es así, pero yo no puedo.

No puedo matar lo que me nombra, más allá de su latita.

Y volveré a escaparme, una vez más, siempre, de cualquier molde en el que busquen apretarme, para que no los moleste más.

Volveré a enfrentarlos, a despreciarlos, a repelerlos.

Volveré a intentarlo, creanmé, siempre, una vez más